Corazón a galope

Querido Tú,

Y esta vez va para ti, que me lees.

Imagínate que tras años de búsqueda incansable, de pruebas y error, de arriesgarse, de darlo todo, de abrir el corazón de par en par a completos desconocidos, tras años recomponiendo los pedazos cada vez que alguien te lo parte, de que entren en él -tu espacio más íntimo y personal- y lo recorran como Freddy Krueger, imagínate que encuentras quien lo trate con delicadeza.

Por fin das con esa persona que mima tu corazón, lo acaricia, lo cuida y te corresponde en cariño, afecto y amor. Probablemente vivas desde ese momento en un estado crónico de éxtasis, emoción e hiperactividad, características propias de quién es feliz. Llevas el corazón a galope por la vida.

Pero entonces ocurre algo malo, lo que quieras. Ponte en lo peor. Y ese amor termina.

Vuelves la mirada a lo que tenías hace solo un instante, eso que ha desaparecido, que ya no es, y se te cae el alma a los pies, se te cae el mundo. Has frenado en seco tu galope y has salido disparada. Las heridas son tantas y duelen tanto que no vale la pena ni contarlas.

Y tu caballo ha salido despavorido. Te ha dejado tirado.

Y te descubres realmente agotado, física, mental y emocionalmente. No quieres probar más. No quieres arriesgarte. ¿Para qué? Siempre acaba igual, siempre termina de la misma forma: tú con el corazón hecho jirones, tú a solas con tu dolor.

Déjame que te diga algo.

Estabas en una relación tóxica. Perdóname mi brusquedad, no te enfades conmigo.

Es muy lícito que se te caiga el mundo a los pies, que te encierres en ti mismo, que te hagas un bicho-bola para lamerte las heridas, pero eso no puede durar. Si no puedes coger una mano amiga y permitirte vivir de nuevo, ¿qué motivo vas a tener para seguir respirando?

La persona amada, sea para siempre o tan solo un capítulo de tu historia, no debería alejarte de los tuyos. Por eso es fundamental no convertirla en el centro de toda tu existencia, porque si se va, te mueres, literalmente.

La persona amada debería abrirte al mundo, debería engrandecerte, ayudarte a abrir las alas y permitirte volar, debería animarte a salir de ti mismo y hacer que tu corazón se expandiera de forma infinita.

El corazón es lo más precioso que tenemos. Y es lo más frágil, lo más delicado, lo más susceptible a ser roto en pedazos al mínimo soplo de aire. Pero también es el músculo más fuerte, es el que nos da ese último aliento para seguir luchando.

Necesitamos un tiempo de luto para recuperarnos del dolor infligido, para sanar los agravios cometidos y para llorar de rabia, tristeza y soledad. Pero una vez hecho, deberíamos ser capaces de apoyarnos en los que nos quieren, en los que siguen ahí y echar a andar.

Y que ese desgarro infinito nos aumente el deseo de seguir buscando, de seguir poniendo el corazón en cada paso que hacemos. Como decía Alfred Tennyson, «es mejor haber amado y perdido, que jamás haber amado.». El amor, en cualquiera de sus formas, nos hace crecer por dentro, aunque a veces sean la tristeza o la rabia las que dominen los días.

By: María Ros

2 pensamientos en “Corazón a galope

  1. Pingback: Gente buena | María Ros

  2. Pingback: Al compás | María Ros

Deja un comentario